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Seguramente alguna vez escuchó (si de hecho no lo experimentó usted mismo) que alguien soñó una situación que luego se terminó cumpliendo al pie de la letra o al menos un número considerable de los componentes de dicho sueño. De la misma manera, ante algún suceso que puede haber dejado una marca en sus vidas, en ocasiones ocurre que algunas personas imploran haber visto dicho episodio tiempo atrás en forma de imagen en blanco y negro. Los defensores de estos fenómenos considerados de índole parapsicológica sostienen que son capacidades que exceden la voluntad de quienes lo vivieron, y la asocian con una supuesta habilidad espiritual.

Es frecuente que tras una tragedia que toma renombre internacional, tomen repercusiones mediáticas algunos testimonios familiares o amigos de las personas involucradas en el infortunio, quienes aseguran haber experimentado alguno de estos fenómenos donde se vaticinaba la desventura. Todo esto combinado con multiplicidad de otros factores, como puede ser la apofenia, que es un fenómeno mental donde se terminan viendo patrones o conexiones detrás de sucesos completamente inconexos, como creer que sentirse mal y no encontrar el pasaporte es una señal divina o del más allá para evitar subirse al  avión, entre muchos otros ejemplos.

Sin embargo, ¿Existe alguna posibilidad de que dichos fenómenos ocurran? En este pequeño ensayo intentaré demostrar desde diferentes vías, el porqué considero que dicho fenómeno es directamente  imposible, abordándolo desde 4 tópicos diferentes: (a)no se tienen en cuenta la naturaleza de la memoria, (b)presupone un dualismo psicofísico, (c) viola la ley de conservación de la energía, y (d) propone una explicación paranormal a fenómenos que tienen explicaciones materialistas.

Al escribir esto soy consciente que quienes digan haber experimentado este tipo de fenómenos, difícilmente tengan disposición a escuchar explicaciones que demuestran que no hay nada mágico tras ellos, por lo que es más que probable que aleguen excepciones infundadas para su caso particular, arguyendo que lo que ellos experimentaron es mucho más complejo o que tiene elementos que no pueden explicarse. En lógica este razonamiento se conoce como falacia del embudo.

Los recuerdos no son reflejo de la realidad

Elizabeth Loftus, la investigadora sobre la memoria más importante que tenemos hasta el momento en psicología experimental, sostiene contrariamente a la creencia popular  que la memoria humana  es reconstructiva, es decir que ante la evocación de un recuerdo, este siempre se está reeditando. Desde las investigaciones de Loftus, podemos decir en términos generales que las personas crean su pasado con la información que permanece en la memoria, su conocimiento global, y las demandas sociales de la situación de recuperación de dichos recuerdos[1]. Parafraseando a la autora, “los recuerdos no funcionan como una videograbadora sino más bien como una entrada de Wikipedia:  cada vez que se accede  a la misma nos encontramos con que se han suprimido algunos elementos y se han añadido otros nuevos”[2]. Por consiguiente, los recuerdos suelen tener al menos un pequeño error en su reconstrucción y ocasionalmente algunos errores muy pronunciados[1].

Estos aportes, que  desde luego tienen implicaciones en un sinnúmero de campos, deben de invitarnos a mirar desde una óptica escéptica cada vez que alguien dice haber experimentado alguna de estas experiencias. Como ya detallé en un post anterior, los testimonios personas no son evidencia para validar nada, ni mucho menos si entendemos que la memoria está repleta de sesgos que modifican continuamente nuestros recuerdos, muchas veces en favor de intereses o necesidades propias.

Presupone una concepción dualista entre mente y cerebro

El dualismo es una postura que data de tiempos anteriores a la revolución neolítica, pero que todavía se conserva bien asentada en la cultura popular, sobre todo de manera tácita. Esta postura sostiene la escisión entre cuerpo(o cerebro) y mente, y además comprende a esta segunda como una entidad inmaterial de otro orden. El término mente fue una expresión que en el renacimiento representó una secularización paulatina de sus primeras denominaciones, como lo fueron alma o anima o psique  para referirse a la parte de de esta última que se encargaba del raciocinio.[3] Todavía hoy vemos esta reminiscencia en la sabiduría popular cada vez que escuchamos expresiones del tipo “me leyó la mente”,  “lo tengo guardado en mi mente”, etc. Si bien el concepto de mente es un término bastante laxo, y representa un debate que no está zanjada, ya que por ejemplo varias ramas de la psicología conductual consideran que no es conveniente utilizarlo fundamentando que realimenta el viejo dualismo, otros comprenden lo mental como la emergencia de la actividad del sistema nervioso, denominada por autores como Thompson o Lilienfeld a manera de reduccionismo constitutivo[5][6]. Esta concepción no da pie a la idea de una entidad inmaterial como lo es el dualismo psicofísico. 

Solo por traer algunos ejemplos para dejar en claro que el dualismo es insostenible, podemos decir que se han detectado componentes genéticos involucrados en desórdenes y patologías consideradas mentales. Esto nos hace ver que hay componentes biológicos(celulares) que están siendo transmitidos hacia los estados mentales, es decir desde moléculas de ADN. También sabemos de la influencia de componente metabólicos y hormonales en nuestros estados anímicos[4]. Todo esto no puede ser comprendido en una visión inmaterial de la mente, pero sí es convergente con la noción de lo mental como estados, sucesos o procesos que son consecuencia de la actividad neural. Como se ve, la postura dualista no es compatible con la investigación científica pero es una posición que conviene siempre a los creyentes en lo paranormal porque hace plausibles los fenómenos parapsicológicos en los que creen.

Esta concepción de la mente inmaterial es compartida-al menos implícitamente-por la mayoría de personas religiosas, parapsicólogos y esotéricos, puesto que le da una naturaleza a dicho concepto por el que pueden efectuarse cualquiera de los fenómenos en los que creen. Es gracias a la concepción de una mente inmaterial, que pueden pensarse ideas como recibir o mandar información a otra mente, que esta puede hacer mover objetos,  ser poseída por algún demonio, o migrar a otro cuerpo cuando este haya perecido. Como se ve, la posición dualista no peca en inocencia para quienes creen en ella. Como dice el filósofo de la ciencia Mario Bunge[4]:

El dualismo no es una teoría científica sino un dogma ideológico

 

DCF 1.0

Viola la ley de conservación de la energía

Sabemos que la energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Al igual que los problemas del dualismo, la idea de las experiencias precognitivas y de los sueños proféticos, suponen que hay un contenido de misteriosa naturaleza que interactúa con la mente(inmaterial) dando así lugar a premoniciones para un futuro cercano. La energía es una propiedad que tienen todas las cosas concretas. El problema es que, tanto dicha concepción mental como el contenido de esos sueños o recuerdos, son ante todo inmateriales, por lo que no podrían interactuar con la materia. Sin embargo, estos elementos  son el contenido mismo de dichas fenómenos paranormales, lo que supone que una entidad inmaterial misteriosamente intervendría con la materia; esto naturalmente debería generar energía. De la  misma manera, si la materia(cerebro) interactuara con la mente inmaterial o con el contenido de dichas premoniciones, se estaría eliminando energía[4]. Sin embargo sabemos que la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma, por lo cual dichos fenómenos estarían violando la ley de conservación de la energía y por consiguiente, al primer principio de la termodinámica. Como se puede ver, es físicamente imposible que dicho fenómeno exista.

Se atribuyen explicaciones paranormales a nociones que pueden explicarse de manera materialista

Es muy común que ante situaciones que se cuentan entre quienes haber pasado por algún sueño profético o premonición, nos preguntemos ante la aparente inverosimilitud que presenta dicha coincidencia, arguyendo que es completamente improbable que ocurra dicho fenómeno de manera casual. Ahora bien, el excéntrico matemático John Allen Paulos nos dice, ¿Cómo sabemos que eso era verdaderamente improbable? En su libro El hombre anumérico, plantea que el desconocimiento por parte de la gente común de cuestiones básicas como la matemática y de la lógica, nos hace más propensos a creer o inventar explicaciones mágicas a sucesos que en realidad no tienen no tienen nada descabellado, porque nos parece implausible que estos se hayan efectuado, o mejor dicho, no entendemos cómo ocurrieron[7]. Paulos le dedicara una página y media  a este tópico, intentando un cálculo probabilístico en el que partirá suponiendo la probabilidad de 1 sobre 10.000 para describir la razón con la que un sueño coincide con una secuencia de hechos en la vida real. Ahora bien, podemos preguntarnos de dónde saca ese número:

Como no se tienen datos reales sobre este (pseudo)fenómeno para hacer un cálculo de probabilidades subjetivas, toma un número lo suficientemente grande para denotar que es un hecho muy poco frecuente. En base a este número inicial, deducimos que la probabilidad de no tener un sueño que coincida con una secuencia de hechos reales, es de 9999/10000. Supone además, de que la probabilidad de que un sueño coincida o no con lo vivido en el día, es independiente con la ocurrida en otro día. De manera que la probabilidad de no tener un sueño profético durante dos días, será de (9999/10000) por (9999/10000). Por consiguiente, la probabilidad de no tener un sueño profético durante Ν días, será de (9999/10000)^Ν. La probabilidad de no tener un sueño profético en todo el año, será de:

(9999/10000)^365 =0,964.  

Es decir que partiendo sobre esta suposición de 1 cada 10000, la probabilidad de no tener un sueño profético sería del 0,974.

En porcentaje, el 96,4%  de la población

Ahora bien, bajo este supuesto el 96,4% de las personas no estarían teniendo ningún sueño profético a lo largo del año, pero el 3,6% de la población sí estaría teniendo al menos uno. Es decir que 3 de cada 100 personas,  estarían experimentando al menos una vez al año esta experiencia. Si tenemos en cuenta lo población de un país entero, estaríamos teniendo que cientos de miles de personas estarían experimentando al menos una vez dicha experiencia al año.

Para quienes renieguen de dicha suposición inicial, si incluso partiésemos sobre  un número excesivamente mayor, supongamos una millonésima parte, también estaríamos hablando que varios miles de lo experimentarían alguna vez al año:

Si hacemos los cálculos partiendo desde esta segunda suposición, el resultado sería que el 0,036% de las población lo estaría experimentando una vez al año. Si bien el resultado parece excesivamente pequeño, el cálculo para un país como Argentina con una población de 41 millones, nos da que casi 15 mil sujetos lo estarían experimentando, un número ligeramente superior para el caso de España, y casi 50 mil si lo calculamos para el total de la población para un país como México. Es obvio que esto es solo un cálculo, que nadie tiene un millón de sueños al año ni mucho menos,  y que quienes defienden este tipo de fenómenos dirán que esto no es aplicable arguyendo las típicas excepciones que hacen que su caso siempre sea «único», pero lo que se intenta demostrar es que todo el tiempo están ocurriendo cosas que a priori parecen completamente improbables. De hecho, desde esta perspectiva, lo extraño sería que estas cosas no ocurrieran. En palabras del mismo Paulos[7]:

“No hace falta recurrir a ningún tipo de capacidades parapsicológicas; la frecuencia  con la que se dan los sueños aparentemente proféticos no necesitan explicación. En cambio sí que habría que buscar explicación en caso de que no ocurrieran”.


Referencias

[1]Hyman, I. E., & Loftus, E. F. (1998). Errors in autobiographical memory.Clinical psychology review, 18(8), 933-947.

http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0272735898000415

[2]Loftus, Elizabeth. «La ficción de la memoria»https://youtu.be/zWevEbaZj3s?t=301

[3]Tomasini, Alejandro. «Conductismo y filosofía»

[4]Bunge, Mario. «El problema mente-cerebro: un enfoque psicobiológico»
ISBN 9788430911745

[5]Lilienfeld, Scott. «Escepticismo público hacia la psicología»pág. 19-21.

[6]Jairo Tamayo. «La relación cerebro-conducta ¿Hacia una nueva dualidad?»

[7]Paulos, John A.  «El hombre anumerico: analfabetismo matematico y sus consecuencias». ISBN 8472231496